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El libro del desierto. Nuevas y viejas huellas (página 2)



Partes: 1, 2

5. Tu cuerpo, hendidor de espacios nuevos,
creador de situaciones, es imagen de
bellezas siempre mayores. Mira el resplandor del sol,
atrévete a fijar allí la vista, y acabarás
por darte cuenta de la imagen inagotable que te levanta, sin
cesar, al espíritu… Y alaba a Dios por la hermosura y
elocuencia de su lenguaje,
manifiesto en obras que nunca callan y que acaban por elevarte,
embelesadas, a las alturas del Amor
Viviente.

6. La vida verdadera, en las horas de la
peregrinación, halla singular enlace con el riesgo. Porque
vamos bordeando mil peligros en el constante desafío de
la
muerte.

7. Los activistas creen realizar muchas y
diferentes obras… Pero están afectados de infecundidad.
Paren criaturas muertas. Las pretendidas obras no permanecen
más de una generación. El tiempo quema
y, por tanto, purifica las jornadas de los peregrinos.

8. Hemos descubierto un centro maravilloso.
Pero con una condición: la de callar. ¿Entonces?
Entonces queda claro: no hemos de saber decirlo, diría San
Juan de la Cruz. ¿Entonces? Volvemos a preguntar y
tornamos a girar, a dar vueltas, una y otra vez. E insistimos.
¿Qué ocurre? ¡Queremos respuestas claras y
definitivas, queremos, en suma, saber! ¡Ay, lo que
queremos! Sí, claro, es muy legítimo saber, es
lo…primero, sí, eso es lo que pedimos. También
pedimos un reconocimiento: que se nos tenga por tales, por los
descubridores, o por los usuarios, o por los especialistas, o por
los dominadores… No aceptamos el silencio o la noche. Queremos
hacernos oír ¡y bien lejos! como los vanos orates
que se empeñan en parlotear siempre. Y ¡vaya si
reclamamos la atención de los otros, de las
víctimas, quizá, de nuestra necedad! Nada y nada.
El mayor de los descubrimientos no tiene otro diploma que no sea
el silencio. Si en verdad queremos alcanzarlo hemos de ocultar
qué es. Y renunciar a poseerlo para usufructuarlo o
disponer de él. Porque el mayor de los tesoros es
más grande y es él quien nos posee y nos
transforma.

9. Preguntábame, con insistencia,
dónde hallar esa ermita secreta, dónde recogerme y
vivir en perpetua intimidad, dónde dejarme asir y penetrar
por la Llama y sólo atender a su calor e
irrupción bendita…Entonces clamé una y otra vez.
Caminé al mismo borde de precipicios y creí
acometer todo género de
audacias… ¡Arriesgaba tanto! Sí, entonces y
hoy…Clamor que no calla, clamor que torna, esperanza de otros
horizontes, seducción de la vastedad. Porque no quiero las
migajas ni me conformo con sólo promesas… Mi ansia
devoradora es por la Realidad, aquí y ahora: ¡ya!Una
y otra vez resonaba la respuesta de un silencio que me
parecía carente de sentido. Disfrazado de rumores,
envuelto en cacofonías, empaquetado en constante
desilusión…Ahora retorno sobre los pasos que di y no
hallo ni siquiera las huellas de mis pies… Es decir: no hallo
nada, porque nada hay, ni aquí ni allí. Eso
sí, doy violento choque con necedades por doquier y, por
cualquier lado, con infamias…¿Qué decir,
qué hacer? Y mi clamor no cesa y mi súplica no
calla… Es mi grito: ¿Dónde
estás?

-Desde lo más profundo vengo a
encontrarte…¿Qué es esto? ¿Qué es
esta voz?-"Desde lo profundo, en tu propio corazón,
siempre tienes mi Llama, que te transforma allí donde no
sabes y, sin embargo, estás… ¿No sabes que desde
siempre te hallas donde deseas? ¿No sospechas que te lo
doy todo, haciéndote todo en Mí y dándote a
Mí todo? Tu grito es fuerte y cubre el espacio de la
respuesta que te doy…"De nadie eres, a nadie perteneces. Por
eso nada ves, ni oyes ni distingues. Eres mío y para
Mí y en Mí tienes tu morada inviolable y Yo en
tí. Porque en Mí y sólo en Mí eres…
hoy y siempre. ¿Pensabas que Yo dejara pasar un instante
nada más sin arribar a tu corazón? ¿Pensabas
acaso que Yo me quedara aguardando hasta que fueras más…
bueno? Yo Soy el Bueno, por eso me adelanto y no
espero.

"Las vestiduras se gastan, es verdad…
¿A qué perder el tiempo preocupándote por
los disfraces? Te dije y te digo, ayer y hoy y siempre: "Tu
vocación y tu vida soy Yo, sin medio alguno"… ¿Lo
olvidas acaso? ¿Por qué gimes, por qué
aguardas y buscas por todas partes lo que ya tienes, porque todo
es tuyo siendo todo mío?"Es verdad que nada puedes
expresar o comunicar de todo ello. Lo más seguro es que no
te creyeran, ni los unos ni los otros… ¿Y qué
más da? Yo no vivo en ti para espectáculo de otros
ni para que te consideren o te juzguen por ello. No, nadie
podrá juzgarte, ni estimarte, ni apreciarte por el secreto
de nuestro corazón. ¿Qué más? Quieres
recogerte en Mí en cuevas lejanas… ¿No sabes que
te he llevado a la más levantada de todas, donde solamente
mi Amor puede esconderte? Escondidos, sí… Esto es
verdad. En secretísimo paraje. Tú en Mí y Yo
en ti…

Inmenso es mi gozo cuando atiendo a las
palabras que resuenan en lo más íntimo de mi ser.
¡Cuántas luchas, cuántos dolores! Pero la
suave brisa me susurra el Misterio abismándome en el
escondite de su Cruz. Nunca podré comprender ni, desde
luego, decir hasta dónde late impaciente la Vida en ella.
¡Qué maravillosa sorpresa: la impaciencia de Dios
por nosotros! Ayer se dibujaban, para desdibujarse
después, esos casilleros hechos por los hombres, llenos de
definiciones y categorías, para ubicarme con el mejor
derecho. Hoy descubro haber llegado a misteriosa cima que ya
penetra en el cielo. En efecto, penetrar en el cielo comporta
caer olvidado por los de la tierra
O, por lo menos, no ocupar más espacio en los estrados de
este mundo en razón de hallarnos transformados en la
Aurora…

10. Grande quimera es la pretensión
de gozar la aprobación de los hombres. ¡Ay! Con
cuánta frecuencia se pierde el tiempo, la energía y
el trabajo en
procurarse "preventivos" de cualquier género. Es urgente,
en cambio,
afrontar la lucha tal como se presenta en esta historia de las horas y de
los días.

11. Escribe Stanislas Grygiel: Sócrates
no se imponía (él mismo) a nada y a nadie. En tal
cosa consistía su competencia
frente a la persona humana y
a sus problemas. Su
"ignorantia" era "docta". Tanto más "docta" cuanto
más se daba claramente cuenta de que el hombre no
se identifica con ninguna definición humana. Definir las
cosas y, con mayor razón, definir al hombre
constituye un proprium de Dios. Cuanto más lo
sabía, tanto estaba más cercano a la verdad y,
consecuentemente, a sí mismo: y cuanto más se
aproximaba más caía en la cuenta de quedar
condenado a la "ignorantia". Viendo de este modo al hombre
Sócrates descubría la propia soledad en un mundo
dominado por los "expertos", es decir por poseedores de
conocimientos, pero contemporáneamente se sentía
emancipado de sus artificios gracias a su deseo de estar en la
verdad. Este deseo constituía su libertad.
(1)

12. Escribió D. Ricardo León:
Entre los muchos sacrificios que se impuso Pablo Guzmán,
acaso el más recio -el más absurdo, al parecer de
las gentes- , consistió en renunciar al puesto que sus
altas dotes y su linaje militar le tenían señalado
(…) para quedarse en Madrid, en los
propios cubiles de las fieras, nunca saciadas de sangre, y morir
tal vez, no en el campo abierto de batalla, sino en cobarde
encerrona, martirizado en una checa o "paseado" por una banda de
asesinos.Pero él, que sabía recogerse a la paz de
su "castillo interior" en lo más estruendoso de las
calles, entre el tumulto de las muchedumbres y las revoluciones,
como si estuviese en un claustro, tenía la conciencia de su
misión
y de sus votos: los que hizo aquellas noches en las santas
vigilias del Monasterio silense (2) Y no es de despreciar
semejante relato… Es posible que tal destino no sea
expresamente elegido por quien fuere, pero que se experimente la
difícil misión de una vocación contemplativa
en parajes adversos o en medio de los enemigos.
¿Quién osa determinarlo o dictar leyes sobre
ello?.13. Tañido de campanas a lo lejos. Resuena la voz en
el valle… ¿Quién lograra descubrir entre
arroyuelos, piedras y eriales la pista del secreto, del tesoro
escondido en las entrañas de la tierra?

14. Yo he descubierto ese Paraíso
del Corazón… Pero no debe decirse nada, ninguna palabra,
ningún gesto o demostración. Sólo las
lágrimas acuden a señalar los rumbos maravillosos e
insospechables de la interioridad. ¡Cuántos lo
dejaran todo y, para siempre, enmudecieran!

15. La noche es, también, la hora…
Y la última noche, la más oscura, se abre en los
levantes de la aurora. ¡Quiera el Señor -siempre
presente y escondido en al alma– alzarnos
por encima de las tribulaciones y reposar, con gozo, en su
Paz!

16. Sublime misión la tuya, no
sujeta a los pareceres de las criaturas. Sería un gran
error volver sobre ello y encerrarse en escrúpulos sin
sentido. ¿Qué importa la sonoridad o el eco en las
victorias? Sólo es posible vencer en Dios. Lo demás
es ilusión o necedad.

17. Jamás recurras a la astucia. No
es el cálculo
humano o los artilugios lo que se espera de ti.
¡Abandónate sólo en Aquél que todo lo
puede! ¡Y deja, deja SER y tú mismo sé
más allá de todas las fronteras!

18. Oirás feroces
despropósitos y necedades sin cuento. Es
así la hora; es así como resuenan los ecos lejanos
de las historias muertas. Cuando percibas dolor, y dolor
profundo, no atiendas. Porque lo que oyes ya pasó.
Sí, esos rumores que llegan, esos rugidos que asustan,
esos gritos que turban, esas noticias que
alarman, esas definiciones -en fin- que condenan, todo eso ya fue
y murió.

19. Pero hay hechos que no
sospechábamos… ¿Cómo puede admitirse el
derrumbe de tantos en el campo de la virtud, en el honor, en la
fidelidad, en la palabra? ¿Es ésta, también,
la hora del delito?
Caminábamos entre las ruinas, sacudidos por el viento de
la desolación… Es demasiado monstruoso el invierno…
Por todos lados caen las sombras y perecen los ecos… ¿De
qué? ¿Adónde lleva la astucia
humana?

20. Lejos aún, muy lejos de la
aurora, la noche más tenebrosa cubre el andar cotidiano. Y
pregunté a los cielos y grité a los mares…
Sólo la plegaria desgarradora penetra y salva los
tiempos… Lucha increíble, escondida…

21. Es la hora del martirio. Es la hora
escondida del martirio sin ruido y sin
fama. Todo está escondido. Lo mejor huye de la publicidad. Lo
más grande es lo más oculto.

22. Supo porque abandonó.
Llegó a la cima más alta porque estaba desprendido
y olvidado de ella…

23. ¿Comprender el dolor?
¿Comprender el desierto? Hay allí un secreto tan
alto y tan grande… Misterio siempre nuevo que se manifiesta
cada vez más. Lo cierto es que si quisiera yo definir el
desierto, si pretendiera explicarlo, acabaría por
perderlo. En efecto, el misterio no abandona al desierto ni el
desierto al misterio. Ambos se precisan para manifestar la
hondura que no tiene más expresión y sentido que su
misma presencia. Y esto que digo es un pequeñísimo
ensayo…, es
nada.

24. Con frecuencia nos asalta la furia de
encerrar. Sí, de aprisionar entre límites y
figuras lo que parece excedernos. Así decimos: o uno o
dos, e invocamos números y términos, sobre todo
términos, que tengan las cosas bien quietas y
encajonadas… Pero hay algo más. ¡Vaya si hay! En
el fondo secreto existen aperturas insospechadas que no pueden
hallarse comprendidas en las fronteras establecidas por nuestro
mero razonar. ¡Hay más! Y no lo puedo decir, ni
poseer, ni someter. ¡Alabado sea Dios!

25. ¿Qué es el Amor? No
sé si nos hemos aventurado, con arrojo, por esos caminos
que no pueden hallarse previstos en los límites de los
conceptos… Dejemos palpitar, por ahora, ese instinto
infinitamente más alto, instinto del mismo
Espíritu, y entornemos los ojos en encendida
plegaria.

26. ¿Puedo ser yo en otro sin
devenir consubstancial con él? La pregunta no tiene caso,
pero yo insisto en formularla… Es claro que puedo susbsistir en
otro, en otra substancia, a modo de accidente. Y así puedo
conformarme y entrar en la distinción filosófica
entre substancia y accidentes.
Pero voy a intentar decir otra cosa. Voy a dejar que suene un
lenguaje que yo llamaría del Amor o, si se prefiere, de un
conocimiento
que halla su raíz o su luz en la
unión, en el afecto, la inclinación o la
connaturalidad, cuando el Amor conoce, porque, en todo caso,
conocer es padecer. Es la inefabilidad de la experiencia. Para
ello debo recurrir a la metáfora, desde luego, pero
también puedo aventurar una expresión que
sólo señale, que -nada más y nada menos-
horade un paso y abra un camino… Yo soy y subsisto, de
algún modo, en quien me da, además de la
existencia, toda la razón de mi existir,
participándome su ser y amándome en él y
desde él, y hallándose y contemplándose
también en mí. Y cuando me es dado el Amor infinito
sin otro motivo ni modo que él, de dos hace uno, y yo
subsisto en él, soy en él sin ser consusbstancial,
porque soy por gracia. Soy por gracia lo que el Hijo
consubstancial es por naturaleza.
Que si fuera de otro modo (y de otro modo no puede ser) no se
donara hasta el punto de levantarme hasta él. La
deificación del hijo de adopción
es posible y tan alta y entrañada porque es pasible del
don inaudito, sólo proporcionado a la infinita bondad del
donador. En la elevación del hombre se revela la
omnipotencia de Dios, es la obra del Padre que nos hace hijos en
su Unigénito, engendrándolo en nuestro
corazón por el Espíritu… ¡Sólo en la
locura del Amor hallarás la respuesta! Por ello no hay
unidad más alta. Ni puede imaginarse, porque ni ojo vio,
ni oído
oyó…

27. Y esto sin otro preámbulo que la
misma donación y la disposición del alma que
recibe… No nos han de interesar excesivamente los procesos y los
viajes
Cuando llega la hora se abre la ocasión del abandono.
Abandonarse es dejar ser el ser. Dicho de otro modo: dejar que
Dios sea Dios; abrir la puerta de par en par al que llama. Ahora
bien, esto no tiene tiempo señalado, ni evolución establecida, ni reglas, ni
períodos que valgan. Todo se da en el Bautismo y su
crecimento es obra de la gracia y de la mayor o menor
disponibilidad del hijo adoptado. Pero es claro que todo es
gracia.

28. ¿Qué es Amor? Modifico la
pregunta: ¿Quién es Amor? No quede duda alguna:
Amor es Él mismo. Cuanto sigue es participación o
modos de presencia suya. Recordemos un texto del
Maestro Eckhart: Los mejores maestros dicen que el amor (minne)
con el cual nosotros amamos, es el Espíritu
Santo. Muchos lo contradicen, pero esto no es menos
verdadero: todo impulso por el cual somos llevados al amor
sólo puede venir del Espíritu Santo. El amor en su
suprema pureza, separado de toda cosa y permaneciendo en
él mismo, no es otro que Dios. Según los doctores,
el término del amor, por el cual él opera todas sus
obras, es la bondad, y la bondad es Dios. No más que mi
ojo no puede hablar, ni mi lengua
percibir el color, el amor no
puede tender a nada que no sea la bondad, que no sea Dios. -Pero
¡prestad atención ahora! ¿Qué quiere
decir el Salvador
insistiendo de esta manera para que nosotros amemos? Quiere decir
esto: el amor con el cual amamos debe ser tan puro, tan desnudo,
tan desasido que no se incline ni hacia mí ni hacia mi
amigo, ni hacia (ninguna cosa) diversa de él mismo.
Añade un Cartujo, comentando así: (…) esta
purificación del amor que termina por sobre las operaciones,
allá donde reposa en él mismo en una
fruición inmóvil, responde al movimiento
misterioso de las personas divinas que se sumen en la
Unidad…

29. Aquél que aún es
pequeño, o por tal se tiene, sepa que ya lo posee todo,
según lo ha recibido. No ha seguido ningún curso
especial ni ha demorado muchos años en llenar requisitos
de cualquier especie. Debe aprender, eso sí, a aceptar los
dones y regalos de Dios, separándose y olvidándose;
dejando, en suma, todo cuidado o apego o apetencia.

30. No salga de sí para buscar
fuera, para alcanzar no sé qué objetos u objetivos que
andan por ahí. Por el contrario, acoja el don de Dios sin
temor, que viene a él sin cesar y quiere hallar reposo y
morada en su corazón.

31. Todo halla su sentido último e
inmediato en el abismo de la Cruz. Es en ella donde el Amor se
manifiesta más fuerte que la muerte… Yo
sé muy bien que son éstas las horas del gran dolor.
¿Imaginábamos la severidad de semejante
sufrimiento? ¿Sospechábamos ayer este
desgarramiento de hoy? Y es aquí por donde vamos… En
efecto, no hay otro camino para esa omnipotencia salvadora que
soñamos hallar erróneamente por los caminos del
éxito y
de los triunfos pastorales.

32. La soledad dolorosa se llena de
aquellos fantasmas
Asaltan los pensamientos, demonios falaces que surgen de los
polvorientos y malsanos caminos del mundo tecnificado. Pero vamos
entrañados en el abandono del Crucificado. Es ésta
la hora, su Hora, la nuestra.

33. El misterio de la Cruz y del dolor
peregrino asombra a los ángeles que elevan himnos y cantos
en el Cielo… Toda nuestra obra está escondida en las
entretelas del corazón dolorido que gime en el parto para
alumbrar al Verbo de Dios.

34. Los acontecimientos, los hechos, los
cuerpos y las cosas, dignísimos son, desde luego, y tantas
veces poseedores de singular belleza. Pero, en todo caso, siempre
son reflejo de alguna situación o realidad mayor. La
verdad está escondida detrás o en el seno de las
cosas. Más aún, está oculta y presente en el
corazón… Es el alma humana la propia ventana del Cielo,
la puerta -ojalá la tengamos siempre abierta- al
Corazón de Dios.

35. Es muy posible que, con frecuencia,
demos por muy real lo que no lo es. Quizá la corteza nos
seduce y olvidamos dirigirnos enseguida al núcleo.
¡La verdad está escondida! ¡El tesoro
está oculto! Es hora de cavar hasta
descubrirlo.

36. Voces del
silencio. Callando, en la soledad de la ermita más
escondida, descubrimos lo que no podemos, de ningún modo,
sospechar en otra parte.

37. La hora del dolor. Esta hora, que se
manifiesta como interminable y terrible, trae consigo un mensaje
nuevo. Se trata de un sentido. O, quizá, del sentido.
Ahora bien, todo dolor en orden a su proyección, eficacia y
fecundidad, ha de ser escondido. El sufrimiento es un
hondísimo misterio que no está destinado a
difusión ni a charlatanería. Tiene
especialísima afinidad con el silencio. Todo parte de una
suerte de convicción interior, ya hecha hábito e
incorporada a nuestras apreciaciones cotidianas y a nuestra
conciencia: la fecundidad y el valor de
aquello que no se manifiesta y que no halla caminos de propaganda,
como tampoco la estima de los hombres… ¿Qué es
ese dolor profundo, teñido de duro sinsabor, que nos
asalta en determinados acontecimientos, hasta alcanzar
proporciones que superan de lejos la fantasía? Es
necesario responder señalando primero que tales
situaciones no son como las apariencias
las pintan. Ellas trascienden el horizonte que nos brindan
los sentidos.
En efecto, lo más real está escondido detrás
de las primeras cortezas. Lo que aparece es pura sombra o lejana
huella de lo más profundo… El dolor que a veces
padecemos es signo de participación en un drama de
hondísimo abolengo. Eso que vemos, lo que sufrimos o
tememos, es signo de otra cosa. La batalla verdadera no es la que
se desarrolla en la superficie. Se trata, más bien, de un
reflejo de otros parajes, de una condición verdadera que
no podemos llevar ni representar ante los ojos de nadie.
Sólo Dios es testigo de la maravilla escondida.
Sólo Dios, en efecto, conoce las intenciones y los
pensamientos del corazón. Porque la vida profunda no
está sometida a la mirada exterior ni a los caprichos de
los rondadores. Hablamos de un abismo… Y no hemos de abusar
profanando su misterio con suposiciones arbitrarias. Por el
contrario, será el respeto del ser
lo que inspire la reflexión acerca de los pasos que vamos
siguiendo…

38. Experiencia de "abandono". En soledad
que no miente. Todos los caminos quedan cerrados o han
desaparecido en la noche. Nada ilumina desde fuera. No existen
reparos, ni moradas, ni cuevas… A lo sumo el instinto de seguir
allí, que no se puede otra cosa… No sabemos si
mañana habrá pan, desconocemos los rostros que se
avecinan. Tampoco nos miran, ni se interesan siquiera… Vamos
por el desierto de los hombres ocupados y prisioneros de todo
aquello que no se obtendrá jamás. Es el desierto de
las ruinas, anticipadas en la torpeza de las acciones, el
reino del olvido y del menosprecio.

39. Sólo el tercer ojo, el de la
intuición dichosa, penetra hondo para descubrir los
secretos… No, no nos conformamos con ningún literalismo,
ni aceptamos el enceguecimiento impuesto por
positivistas, especialistas, críticos o científicos
cultores de la diosa razón.

40. La hora del dolor es hora religiosa,
hora de contemplación. No has de equivocarte… No
renuncies ni pases por alto esas ocasiones de excepción.
Tus ojos interiores sabrán descubrir qué es
realmente lo que ocurre, despejarán las sombras aparecidas
y verán más allá, más hondo de cuanto
aparentemente te rodea. Tu lucha es escondida: lo que ves o lo
que oyes, con tus sentidos exteriores, no es lo que acontece. Has
de horadar las murallas y pasar a lo profundo.

41. ¡Lo que acontece! Sólo
Dios lo ve y lo sabe en plenitud… ¿No te alegras por
ello? ¿No has aprendido aún a descansar en el
Corazón de Dios? ¡Mira la inmensidad del horizonte!
¿No distingues aún a la Aurora? Eres el exiliado en
las sombras del occidente y del lejano y frío sur… Pero
tus ojos extasiados ya arrebatan el sol naciente
que te aspira y te levanta adonde no lo sabes
tú.

42. El cielo escondido en el alma…
Introdúcete, no temas. Allí no hay confines ni
límites que amenacen o detengan.

43. En el secreto maravilloso de tu alma,
en su abismal hondura, hallarás -ahora mismo- el cielo. Y
esto será así a pesar de los furiosos gritos y
disparos que parten de espesuras en realidad lejanas.

44. Lo que acontece, en suma, adviene en un
nivel profundo que se oculta a los sentidos. Podemos, sin
embargo, horadar sucesos y figuras y alcanzar la realidad
escondida. Lo que vemos es reflejo pequeño, muy
pequeño, de lo que no vemos. Lo visible de lo invisible…
Si tanto esplendor nos asombra en la belleza manifestada
¡cuánto mayor es el oculto que sólo se revela
al corazón!

45. Lo que pudiera acontecer de otro modo.
En efecto, tantas cosas y aún todo… ¡Podría
ser esto diferente de lo que es o aparece! Podría estar yo
muy bien de salud y rendir mucho
más en mi trabajo
Podría así y de la otra manera. Y lo repito y me
aflijo una y otra vez. Es seguro que todo pudiera ser
diferente… Y por cuál razón no lo es ahora, por
cuál razón no resulta como yo quisiera, no lo he de
decir. Sencillamente porque no es posible, porque no lo
sé, porque no lo conozco. Pero -se me dirá- si te
hubieras comportado de otro modo quizá los efectos fueran
mejores… ¡Claro, sin duda! Pero entonces tampoco
estaríamos conformes… Porque siempre habrá…
otro modo distinto.

46. ¡Alégrate de esos
límites, bendice tu debilidad, no te avergüences de
lo poco! Aprende a descubrir el todo en la parte y tu vida
adquirirá los más altos vuelos.

47. ¿Conoces la dicha de ser
pequeño? ¿Sabes que es lo más grande?
Sólo el pequeño se deja transformar en aquello que
lo trasciende. Y como este camino no conoce fin, nunca lo sabe y
siempre se goza en lo más alto.

48. Quizá sea muy hermoso… no
poder.
¡Cuánta angustia en el momento de comprobar que no
llegas, que no alcanzas, que no logras, que te caes, que te
derrotan! Y sin embargo bulle tu alma en pos de los horizontes
más levantados… ¿Qué es esto?
¿Sabes que esta tensión -si sabes aceptarla- entre
lo que pretendes y lo que no alcanzas, entre lo que te parece que
debes realizar y no puedes hacerlo, es camino de
perfección? Anímate a pensar que todo eso que tanto
quieres y no puedes, en un estadio interior y misterioso,
sí acontece por obra y gracia de Dios.

49. No confíes en el "yo hago" o en
el "yo pienso"… Reposa, más bien, en la Providencia y en
la obra de Dios. Tú no estás tan en ti como
supones. Tú ya te encuentras más
allá.

50. El "Abandono" verdadero es aquél
incomprensible, que no se reconoce, que no parece tal… El
abandono, en suma, no es el que puedo programar y contemplar
objetivamente, el que puedo definir o explicar, el que juzgo
oportuno y ejemplar. Por lo general busco la persecución
gloriosa y clara, esa que me puede servir de carta de
presentación o de etiqueta satisfactoria. Sin embargo no
debo detenerme en consideraciones superfluas o juicios vanos. El
sufrimiento verdadero es el que no aparece como tal, como la
ermita verdadera no se descubre a la mirada fácil. La
condición auténtica, la misión y
vocación verdaderas, están escondidas… ¡No
nos extrañe la dificultad en reconocerlas en los momentos
privilegiados de dolor! Éstos no son como cuando nos
entregamos a la lectura de
una obra maestra que nos llena de satisfacción y de
consuelo. Las horas de sufrimiento no llevan compensación
alguna, sino que nos entrañan en el mismo "Abandono" del
Señor… ¡Dios mío, Dios mío!
¿Por qué me has abandonado?

51. No nos darán el gusto las
pruebas de
esta hora. Cuando algo o alguien nos haga sufrir padeceremos, sin
duda, la desolación de lo inaudito e incomprensible, y el
escándalo de recibir el golpe de quien menos aguardamos o
a quien menos competan acciones tales. El instrumento de
semejantes cosas es -siempre- el menos lógico. No
contemos, en todo ello, con deducciones racionales.

52. Son innumerables las ocasiones en las
cuales el hombre es enfrentado a las encrucijadas de su libertad.
Quizá los más molestos sean los diminutos
tiranuelos que, a duras penas, logran rasguñar a la altura
de las rodillas… Pero es necesario prepararse para resistir los
embates de los resentidos. Las sociedades
formadas en grandes desilusiones son las más propicias
para el cultivo del resentimiento… Cuando alguien afectado de
semejante pasión alcanza el poder, se convierte en el
terrible enemigo de cuantos caen bajo el caprichoso yugo de su
tiranía. Pero no es deshonroso sufrir los rigores de sus
destemplanzas… No fue deshonroso ser perseguido por Robespierre
o por Tiberio. Tampoco atenta a la dignidad del
hombre de bien padecer la misma suerte de Sócrates…
¿No recordaba él mismo, antes de morir, que
ningún mal puede afectar al hombre bueno?

53. ¡Sosegáos! Con esta
palabra el Rey don Felipe II advertía a los que, tal vez
un poco turbados, pasaban a su presencia… Es una
invitación admirable para todas las ocasiones de nuestra
vida y peregrinación. Comporta una aceptación
profunda de la Historia y de los símbolos que se van manifestando y
sucediendo en cada jornada. Es la mirada serena ante las dos
carátulas, que enseñan que la verdad es siempre
más profunda y más interior…

54. Nuestra historia de estudio, de
lecturas y descubrimientos, constituye un bien inalienable y
eterno. La educación de un
hombre no se pierde jamás… Hemos, claro, de reconocer
que semejante realidad es patrimonio del
corazón. En él, en modo delicadísimo e
inefable, la ha entrañado Dios. Porque, como decía
un Cartujo, lo que dicen los textos es lo que Dios pronuncia en
el corazón. Podría perderse todo decorado exterior,
podría, la enfermedad, acabar con nuestras fuerzas; pero
tales bienes, hechos
vida del alma por la Gracia y por la Providencia, tienen la misma
inmortalidad de la inteligencia y
de la memoria que
están por encima del tiempo.

55. La Belleza se ha recogido en el alma.
Allí vive y allí es siempre fecunda… Hace posible
que el corazón conozca como suyos esos esplendores que
aparecen aquí y allá. No que la luz exterior
absorba la conciencia sino que el alma se reconozca otra vez
dentro de sí.  

Nuevo…
Inesperado. Fecundidad y esperanza.

56. Comenzó no sé
cuándo… Extraña certeza interior…
¿Certeza? No, quizá no. Más bien
distinguí esas murallas y me quedé de este lado,
sin siquiera llegar hasta ellas, convencido de no poder pasar
más allá. Todo estaba entonces hecho, me
parecía a mí. Los edificios eran suficientes y sus
decorados aceptables. Buen lugar, buenos amigos y buen trabajo.
La comida, excelente… Las posibilidades parecían
infinitas… ¡Qué sé yo! Todo iba
bien…Hasta que llegó esa hora. Sí, la hora
imperceptible y misteriosa. Los diablos vinieron, uno tras otro,
a desafiar la estabilidad lograda, a asediar las moradas y los
lugares acostumbrados, a secar el jardín. Hace muchos,
muchos años, en otra hora muy semejante, tuve que dejar
aquél jardín que desde entonces y siempre
está en el corazón. Hoy como ayer el enemigo
destruye, quiere arrancar de cuajo y sembrar sal en la tierra
fecunda y floreciente. El horror da a entender que es preciso
partir… ¿Partir? No, no, no es que haya que partir a
ninguna parte. En cambio hay que atravesar la muralla, es decir:
pasar más allá.

57. Más adentro y más
allá… En realidad se abre un mundo nuevo. Su
manifestación es un acontecimiento que no acertaremos
nunca a clasificar…

58. ¿Te animas, en verdad?
Fíjate: todo lo que ves es pálido reflejo de la
honda realidad. La apertura que sueñas y esperas se halla
dentro y presente en todo lugar y en todo tiempo. Nada te aparta
ni te aleja. El ser-es-ahí… O, mejor todavía, es
aquí mismo y en cualquier parte. El agua de la
fuente es la misma donde quieras… La Aurora cada vez te alumbra
más, cada vez te comprehende más. Ora y
bendice.

59. Quisiéramos ver un signo, una
antorcha ardiendo más alta que las montañas, un
cielo abierto que nos hablara más fuerte de nuestra vida y
de nuestro destino. Como la antigua pirámide de Imhotep,
cuyas piedras se elevaban como elocuentes testigos del
espíritu y de la inmortalidad… Quisiéramos,
quisiéramos tanto, esto y aquéllo, sin cesar y
repetidas veces, hasta nunca acabar. Porque no quedamos conformes
ni convencidos… Nuestra conciencia está opaca, sumida en
la ignorancia y en no sé qué olvidos…Pero hemos
salido fuera de las murallas… Los bastiones de ayer han quedado
muy atrás. Nos aventuramos por esos caminos y terminamos
por andar y andar, superando rumbos y destinos…
¿Qué hallamos? ¿Cuál ha sido el
resultado de las innumerables búsquedas por aquí y
por allá? ¿Cuál, en suma, el fin de nuestro
peregrinar?Mi respuesta es NADA. En efecto, Nada he acabado por
encontrar… ¿Entonces? ¿Qué juego es
éste? ¿Qué terrible desolación nos
oprime y nos limita por todas partes? ¡Por Dios! ¿De
qué se trata?Más imponente y más antigua que
la pirámide de Saqqarah, más honda que el mar
océano, más alta que las montañas nevadas,
más sublime que la aurora…, es este SILENCIO cuya
música
sonora penetra en las mismas entrañas y suspende todo
hablar.

60. ¿Qué es este silencio?
¿Qué, semejante nada? ¿Pensábamos en
esos vacíos abismales que, a veces, nos representa la
conciencia y nos deja temerosos y perplejos? Pues no, porque ni
es esto ni es aquello. Es lección de peregrinación,
es lo que aprende, poco a poco, el peregrino… ¿Aprende a
desilusionarse? Tal vez, pero no es eso tampoco. ¿Es
imaginable el amor nuevo? No, no lo es, pero todos soñamos
con él. ¿Qué es esta suerte de apertura
interior que gime sedienta sin alcanzar jamás saciedad? No
se conforma con nada, todo es poco o insuficiente y, tarde o
temprano, acábase la búsqueda por los caminos de
estos páramos, para sólo andar por las
insospechadas sendas del corazón más
interior…

61. Esta Nada ¿es algo o su
negación? Ni algo ni negación. Lo que veo
está más allá o más aquí, como
se quiera. No es un concepto, ni un
lugar, ni un modo, ni un tiempo… Pero lo es todo para
mí, porque abre de par en par las puertas, desencaja las
vallas, derrumba las murallas y no sé que más, de
tal modo que la brisa amorosa se me entrañe en las
entretelas del corazón… Y ni aún así lo
digo, ni con ningún otro lenguaje lo dijera.
¿Qué se puede añadir?

62. Pudiera levantarse el aire fresco y
despejar el paisaje… Sin duda acabaríamos por ver,
entonces, un tanto más lejos… y nos gozaríamos de
la limpidez del ambiente
aquí cerca. Pero la dulzura y el refrigerio de la
misteriosa ausencia no será jamás igualada.
¡Es una canción sublime de libertad y de luz
nueva!

63. ¡Luz nueva! En la Nada,
así llamada, manifiéstase la libertad. En efecto,
la peregrinación nos ha llevado a ninguna parte y, por lo
mismo, a todas. Ya no hay reparos ni detenimientos.

64. ¿Quién puede contar las
desilusiones y las impresiones de fracaso y de derrota? Un
día detrás del otro, jornada tras jornada, una y
otra vez, un porrazo y otro golpe… Y desde el suelo se
recompone el cielo. Vamos sabiendo que no es esto ni es
aquello… Ni doctrina, ni escuela, ni
grupo, ni
parcialidad… Pero ¡cuánta audacia es necesaria
para negar todo ello!

65. Pero no se trata sólo de esto.
Es verdad que acabaremos negando tantas cosas. Es verdad que lo
perecedero nos revelará su condición… Ahora bien,
nosotros vamos siempre más allá. No, no quedamos
anclados en alta mar sin rutas posibles o con un hundimiento
seguro. Por el contrario, la verdad es que la ausencia revela
plenitud. La caducidad de un mundo comporta que éste es
reflejo, y reflejo dichoso, de otro más alto. Por una
escala singular
vamos ascendiendo… Si el tesoro no se halla en este campo
estará, desde luego, en otro…Porque el tesoro existe…
¡Vaya si es así! Sabemos que el tesoro ha de
aparecer donde sea. La reflexión del espíritu sobre
sí mismo, es la raíz y el fundamento de este
conocimiento superior. Se trata de la intuición… El
espíritu humano, en efecto, que siempre es presente a
sí mismo, descubre directamente el secreto: es la
conciencia de la fecundidad de su sed.

66. No quedarás sediento…
Quizá tu deseo alcance su plenitud por donde no sospechas.
Pero el desierto florecerá… El desierto tiene
vocación de luminosidad fecunda. La virgen es mujer y
alumbra.

67. ¿Qué es, entonces, la
nada? Pues lo que te decía ayer cuando no llegabas a
destino… Nunca llegarás a destino por caminos calculados
y medidos. La nada es negación iluminante del antojo que
perece, de todo eso que puedo encerrar bajo cuatro llaves, de las
modas y de las ocurrencias, del consenso de las multitudes, de
las seguridades y de la astucia. También de los vulgares
mandones, de los proyectos y de
las planificaciones, de las ilusiones vacías y de las
necias ambiciones. Y no he de seguir enumerando, porque quien
esté advertido desde luego comprenderá.

68. Decía un escritor castellano: (…)
Bendigo a Dios que me ha dado, / por blasón y por
estrella, / la desventura gloriosa / de haber nacido poeta /
(…) porque las cosas más grandes / para mi amor son
pequeñas, / y ni un reino me bastara / si todo un reino me
dieran. (3)¡Las cosas más grandes para mi amor son
pequeñas! Porque nada nos es suficiente… Porque nuestro
deseo no tiene límites ni fronteras…

69. Entrando y no saliendo y, menos
aún, escapando. Sin huidas ni apresuramientos. Un suave
movimiento del cuerpo, un paso, un paso y nada más. Y te
hallarás dentro, en el secreto que no imaginabas.70. Si
topé con la nada, si todos los mensajeros no supieron
decirme lo que quiero, entonces, y sólo entonces, se abre
el paso para mí. ¿Desilusiones o fracasos?
¿Porrazos y desengaños? ¡Qué sé
yo! En suma me pareció que debía desprenderme
así nomás de todo, imaginé miles de procedimientos y
de métodos
para lograr no sé qué desapego de cualquier cosa
creada… Pero una voz me dijo: deja todo, sí, pero para
poseerlo en modo nuevo, para que, de tal manera, ahora lleves
toda belleza en el corazón.

71. ¡Modo nuevo! ¿Qué
es esto que digo? Desde luego no se trata propiamente de un…
modo. Esta es, solamente, una expresión…, una manera de
hablar para hacerme entender… Aquí nos sumergimos en lo
real, en la existencia verdadera, en la profundidad. Aquí
venimos a descubrir hasta qué punto lo que vemos,
gustamos, oímos o sentimos de cualquier manera, es reflejo
o espejo de nuestra realidad…¿Qué es la
sinfonía de las flores, el canto de las aves o la
armonía de los cuerpos, sino la obra creadora de nuestro
sí interior, que dibuja, compone y enciende todo ello con
los colores
más maravillosos?

72. Todo lo tienes en Aquél en quien
eres, te mueves y existes… No como lo supones o lo imaginas.
No, no lo identifiques a tus situaciones, ni siquiera a esas
experiencias pasajeras que vienen y van. No puedes sospecharlo,
no puedes imaginarlo. Es frecuente tener por conocido y
poseído lo que puede ser analizado, usado, gastado,
dominado, juzgado, apretado y mil cosas más. Esto es lo
que menos importa. Lo más próximo e íntimo
no es lo más sujeto a capricho, a definiciones, a
cálculos o a análisis. Lo más próximo no
es lo que tengo en una caja de seguridad o
debajo del lugar donde descanso. Lo más cercano, si es lo
mayor y lo más maravilloso, no puede ser reducido a
semejantes usos ni aprovechamientos…

73. Hay en tu corazón no sé
qué vibración que lo lleva directamente al Amor. En
tal estado, todo
es tuyo. El Amor te es dado en la Aurora de tu vida… Si no lo
rechazas ni se te ocurre definirlo o reducirlo a medidas, todo
está en él. Quiero decir que con antelación
a lo que sea, en Dios (que es Amor) hallas todo hallándolo
a Él, pero a condición, desde luego -lo repito- de
abandonar cualquier dominio o
violencia.

74. El abandono, del cual tanto hemos
hablado, comporta ese sosiego de paz que inunda el alma cuando se
deja todo cuidado… Ahora se descubren los sentidos, que no
lográbamos imaginar ayer.

75. Entérate bien. Nada se posee
compulsivamente. Sólo el don penetra hasta el fondo y
habita en paz y fecundidad. Ahora el hombre se redescubre un
cosmos sin fronteras, en relaciones admirables fundadas todas en
el Amor, en el mismo Dios. Más profundo que la naturaleza,
más hondo que todas las palabras, definiciones o conceptos
que pretendamos, está este Amor indecible que funda toda
participación en el Ser Uno.

76. ¿Quieres hallar? ¡Eres
hallado! Y recuerda que conoces cuando eres conocido.

77. Yo he visto el desierto gigantesco. En
el Oriente del Ser sólo está limitado por la altura
que no tiene límites. Yo he visto el Fuego que, más
arriba de las montañas, más allá de las
nubes y por encima de las estrellas, ardía y arde siempre,
eternamente, hoy. Y ese Fuego está en mi corazón. Y
ese Fuego es mi corazón.Yo he visto brillar, con Luz
indescriptible, la Sangre que penetra a mayor profundidad que el
alma, en las entretelas del espíritu. En la cámara
más secreta arden fuego y sangre que se levantan en
subidísima luz, siempre más allá, o
más aquí entrañadas. Y me descubro
más alto que las cumbres…, y no sé si es
así, pero sé que me hallo y soy en el
Corazón, en el Seno de mi Dios, en la Morada que
sólo yo conozco, donde recibo la piedrecita blanca con el
Nombre nuevo. Nadie lo sabe ni lo puede saber.Porque mi Dios
abrió sus alas y me cubrió, y me llevó
consigo y me ocultó… Y aún me lleva por el
misterio de lo pasajero, de tal modo que, sin saberlo,
esté más en Él. No se pregunte de qué
manera ni cómo… Ya no importa dónde estoy, porque
ni es esto ni aquello: sólo veo encenderse delante de mis
ojos, aunque en realidad es bien dentro de ellos y más
interiormente aún, la Luz de la Gloria… Pero tampoco es
así…

78. En la pureza original de la
Inteligencia se descubre la Presencia que la genera y le da vida.
El Espíritu iluminador la despierta enamorado y se queda
en ella. Hay en nuestro interior una Presencia que nos
trasciende, silenciosa, amorosa, iluminadora, que -por gracia- se
da como propia.

79. ¿Es posible hallar este tesoro
escondido? El testimonio de cuantos han llegado lo afirma sin
titubeos… Pero ¡no se trata de oscuridades ni de
laberintos! Por el contrario, la Luz alumbra sin más.
Está ahí, el tesoro está ahí. El
despojo de inconvenientes y estructuras
sobreañadidas abre un camino directo, que es de
simplicidad maravillosa…

80. Ahora bien, parece que en nuestros
parajes aprendemos en la escuela del sufrimiento. No se trata de
un dolor desnudo, sin más allá. Se trata del
Misterio de la Pasión que en la Hora suprema sumerge,
transfigura y transforma… ¡Ah, Fuego que arrojas tanta
Luz!

81. ¡Conozco! En lo más
interior se abre la conciencia iluminadora que sondea y descubre
más allá de categorías y conceptos… Es el
acorde virginal de la Inteligencia que penetra el Misterio,
hallando en él su propio ambiente. No lo traduce a ninguna
lengua ni a las expresiones banales. Lo contempla embelesada y lo
posee cuando es poseída en la unión más
alta…

82. Mirad que no despreciéis a uno
de esos pequeños, porque en verdad os digo que sus
ángeles ven de continuo en el cielo la faz de mi Padre,
que está en los cielos (Mat. 18, 10) Pequeño, tu
ángel contempla la Faz del Padre, tu ángel ya te
tiene en tu destino… Si conocer es jugar a ser el objeto, como
decía un Cartujo, tú ¡juega! que ya
contemplas con el ojo interior que te trasciende en tu
ángel. ¿No ves, acaso, que todo es tan simple e
inmediato? Si ruegas al Señor que se acuerde de ti
¿no te responde inmediatamente que hoy mismo
estarás con Él en el Paraíso? Aguardar,
según las historias de los hombres, puede resultar largo y
fatigoso… Pero el arrojo hoy, ahora, está por encima del
tiempo. ¡Si conocieras el don de Dios y quién es el
que te dice "dame de beber"! (Jn. 4, 10).

83. ¿Dónde hallaremos lo
más grande? ¿Lo más grande? ¿Es
necesario comparar y decir: lo más grande o lo más
pequeño? ¿Es Dios lo más grande? ¿O,
quizá, el más grande? Dejemos este o cualquier modo
de hablar semejante. ¿Para qué hablar?
¿Acaso no vemos ya? Si analizamos, si proseguimos con
cálculos y comparaciones, entonces sólo
distinguimos colores y luz creada y nos ligamos en las cuestiones
de siempre, con un sinfín de apuntes y de notas. Pero
ahora vemos con un sentido oculto, entrañado por la Gracia
en el corazón. Y no es necesario acabar redondeando esta u
otra explicación. Explicar la intuición, apenas
esbozada por pocas palabras, comporta oscurecer y velar la
transparencia siempre nueva.

84. Pero os digo la verdad: os conviene que
yo me vaya. Porque, si no me fuere, el Abogado no vendrá a
vosotros; pero, si me fuere os lo enviaré. (Jn. 16, 7).
Estas palabras son luz… Ahora se abre ese Misterio de la
Presencia para que nos introduzcamos en él…
¡Cuánta es la significación de la partida del
Señor que desaparece de nuestra vista! Si Él no se
va el Espíritu no ha de venir. Esto es así, si su
imagen y presencia limitada no desaparece no ha de
entrañarse en el corazón. ¡Tan
señalado es esto y tan alto! ¡Es preferible que
Él se vaya y que padezcamos su ausencia! ¡Misterio
de la ausencia! Él está ausente para estar
más presente. Porque cuando viniere Aquél, el
Espíritu de verdad, os guiará hacia la verdad
completa, porque no hablará de sí mismo, sino que
hablará lo que oyere y os comunicará las cosas
venideras. (Ib. 16, 13). El Espíritu es dado y no como
quien pasa o quien aboga o sopla desde fuera. Por el contrario,
quien recibe el Espíritu nace del Espíritu (Cfr.
Jn. 3, 1-21), nace de nuevo, nace de lo alto. El Espíritu
es dado como propio para aquél que lo recibe. Ya no hay
intermediarios ni límites, Dios mismo se hace el
corazón más profundo de sus hijos en el
Espíritu Santo. Lo que parecía ausencia es
presencia, lo que parecía alejamiento o partida es ahora
entrañamiento inefable, que de dos hace uno.

85. María se quedó junto al
monumento, fuera, llorando. Mientras lloraba se inclinó
hacia el monumento, y vio a dos ángeles vestidos de
blanco, (…) Le dijeron: ¿Por qué lloras, mujer?
Ella les dijo: Porque han tomado a mi Señor y no sé
dónde le han puesto. (Jn. 20, 11-13). En efecto,
María, se han llevado al Señor. Sufres una terrible
ausencia… Sobre todo, no sabes dónde está. No hay
ni siquiera un cadáver… La ausencia es total. Nada hay
allí. Y, como es natural, tú lloras como lloramos
nosotros cuando nada sabemos, cuando andamos perdidos por los
caminos de este mundo, sufriendo esa ausencia que no tiene
nombre. ¿Por qué te quedas, María, junto al
monumento? ¿Por qué permaneces allí donde ya
no se encuentra tu Señor? ¡Claro! Es lo
último que tú sabes de Él, la última
noticia está allí. Pero Él no, Él no
está. Nosotros también nos aferramos a figuras y
noticias de toda suerte y estilo, porque, en efecto, nos parece
lo último que nos queda de Él, la última
noticia… Pero Él ya no está, porque -desde luego-
resucitado ya no muere más…

86. Diciendo esto, se volvió para
atrás y vio a Jesús que estaba allí, pero no
conoció que fuese Jesús. (Jn. 20, 14).
Fíjate que tú lloras la ausencia dolorosa e
inexplicable y Jesús, sin embargo, estaba allí.
Parecía que ya no estaba, pero estaba. Eso sí, ya
no ligado a ese lugar, al monumento, ni a cualquier otro. En
realidad, María, te volviste, te volviste hacia
atrás, como Juan cuando oyó el acorde de la voz del
Señor. Sí, hacia atrás. No hacia adelante,
no en apresurada o ansiosa búsqueda o persecución
angustiosa, no para progresar en esto o en aquello, sino hacia
quien está detrás, dentro, escondido y desde
siempre; más en ti que en ninguna otra parte.

87. Díjole Jesús: Mujer,
¿Por qué lloras? ¿A quién buscas?
Ella, creyendo que era el hortelano, le dijo: Señor, si le
has llevado tú, dime dónde le has puesto, y yo le
tomaré. (Jn. 20, 15). Jesús, como los
ángeles, te pregunta ahora lo que Él sabe muy bien.
Quizá para que tu ensueño se haga más
patente. Pero tú, María, tampoco lo reconoces. Lo
confundes con el hortelano. Y no es para menos. Es lo
lógico: que sea el hortelano. Te siguen, ahora, todos los
razonadores de este mundo, todo el sentido común de que
harán gala no pocos en la historia. ¿Quién
va a ser si no es el hortelano? ¿Qué
hubiéramos respondido nosotros, María? Tampoco nos
desprendemos hoy de esa lógica
y de las feroces conclusiones de nuestro sentido
común…

88. Díjole Jesús:
¡María! Ella, volviéndose, le dijo en hebreo:
Rabboni!, que quiere decir Maestro. (Jn. 20, 16). Sólo
Él puede revelarse así, sólo Él
dejarse ver… ¡Y de qué manera! María, te
llama, dice tu nombre, tú eres tú, el tú que
pronuncia Dios en modo inefable. Sólo al oír tu
nombre, tu nombre escondido, que sólo Él conoce,
desde dentro y desde toda la eternidad. Te llama tú al
mismo tiempo en que dice Yo Soy. Si tú eres tú, el
único Yo Soy es Él. ¿Cómo no vas a
reconocerlo? Tus lágrimas han hallado la respuesta y el
consuelo, infinitamente mayor éste que el otro, que tu
súplica pretendía.

89. Jesús le dijo: No me toques,
porque aún no he subido al Padre; pero ve a mis hermanos y
diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro
Dios. (Jn. 20, 17). ¡No me toques! Ya no estoy fuera sino
dentro de ti. Ahora vivirás otra ausencia fecunda,
inexpresable. Ahora subo a mi Padre y os enviaré el
Espíritu… Subo a mi Padre y vuestro Padre… Ya no hay
distancias, ni intermediarios, ni lejanías. El Padre es
vuestro. No es en el sepulcro donde me hallarás, porque yo
estoy siempre presente en el interior de tu corazón. Y
dirás, María, como el Apóstol San Pablo, que
ya no vives tú sino que Cristo Jesús vive en ti.
¿Ausencia o Presencia? ¿Quién puede
responder con términos o conceptos? ¿Para
qué responder lo que ya sabemos y vemos con nuestro ojo
interior? Quien pueda entender que entienda. Y quien lea estas
meditaciones, un tanto apresuradas, adore y alabe en lo hondo de
su corazón.

Sendas
desconocidas en el desierto. Rumbos de
poesía y
libertad

Amor del Absoluto

90. Allí está ese horizonte
que parece alejarse cada vez más… Es una ilusión,
tal vez, pero descubre un secreto nuevo.

91. El Absoluto se revela al corazón
y, desde luego, lo arrebata. Y se lo lleva. La ausencia no es de
Dios sino la de ese corazón que es llevado. La
dimensión inferior sufre extrañeza y angustia,
experimenta algo totalmente nuevo. Es que olvida que su propio
espíritu ahora la trasciende en el mismo Espíritu
Divino.

92. ¡Inmensa maravilla! En efecto, el
Espíritu se torna propio y se hace uno con quien lo
recibe…

93. Cualquier limitación o
mediación resulta insoportable. No queremos perdernos
más. No aceptamos detenimientos ni cursos de ingreso.
¡Buscamos al Absoluto, sin ficciones ni retrasos!
¿Pretensión audaz, demasiado audaz o vana? Nada de
eso, el Señor se nos da y no es hora ya de rechazar, ni de
postergar, ni de adormecerse…

94. Nada puede compararse. Nos hallamos en
el ámbito de lo inefable. Todo queda superado. Es la hora
del silencio. Caen, por su propio peso, métodos, maneras y
ritos. No se percibe la sonoridad de anuncios o arribos.
Simplemente: es ahora y es aquí. Más que ahora y
más que aquí. No es allí, con distancia
alguna; tampoco es aquí, como si pusiera un límite
o una frontera. Si
digo que es en mí pareciera que yo me quedara fuera. Si
digo que es presencia, se dirá que es lo opuesto a
ausencia y que permanece extraño a mi profundidad… En
suma, ni aquí, ni allí, ni fuera, ni dentro, ni
esto, ni aquello… ¿Qué? No supiera decir lo que
es la plenitud misma, no sé, no sé.

95. La contemplación sin medios.
Acostumbrados a hablar de esto y de aquello, habituados a
dualismos y delimitaciones, no dejamos que el sabor de la belleza
penetre, sin nombre, en las honduras y salte y rebalse hasta
formar un inmenso torrente. ¿Qué es lo que tengo
que decir? ¿Cuál la tarea que me queda por
emprender? Pues nada y nada de todo ello. Deja que el susurro
delicado del Ser te toque y te conquiste. No es necesario
componer ni justificar. Él es… y ha venido a tu
corazón para hacerse uno contigo…

96. Ve a Dios directamente… No detengas
tu camino. Dirígete, sin temor, a Él, a Él
mismo. En realidad no has de hacer esfuerzo particular alguno…
¿No ha venido el Espíritu, penetrando hasta lo
más hondo, como el fuego se entraña en el madero?
Me dices: -no soy digno. ¡Mira qué reparo!
¿Quién es digno? ¿Recuerdas al profeta
Isaías? …Y contestó Ajaz: No, no quiero tentar a
Dios. Entonces dijo Isaías: Oye, pues, casa de David:
¿Os es poco todavía molestar a los hombres, que
molestáis también a mi Dios? El Señor mismo
os dará por eso la señal: He aquí que la
virgen grávida da a luz y le llama Emmanuel. (Is. 7,
12-14) ¿Y tú te escondes en tu indignidad?
¿Qué pretendes? ¡Deja a Dios ser Dios y
descubre en Él tu corazón! Ahora ya no eres
solitario. El Señor es… Emmanuel, es decir: Dios con
nosotros. Y en ti, en tu corazón, como en la Virgen, ahora
nace Dios.

97. Sólo soy plenamente en el
ámbito más alto o más profundo. En realidad
ya soy en el Cielo, porque poseo o soy espléndidamente
poseído por las primicias de la eternidad. Conversatio
nostra in Coelis est
… Y soy porque soy en el cielo. El
Señor no se detiene. Por el contrario, se apresura y
golpea más fuerte porque su Amor tiene prisa. Quizá
sea mucho lo inexplicable que tenga su sentido en este Misterio
del Amor.

98. Ahora descubrimos la senda escondida:
Dios nos regala su Amor entrañándolo,
impersonándolo, haciendo de la intimidad en el
corazón verdadera persona nueva, haciéndonos amor
por participación y por gracia. Contemporáneamente
procede, del hijo que soy, el abandono y la Fe que
enseñara Abraham… ¿Cuál es la obra
correspondiente? Que le dejemos ser Dios. En efecto, en esta hora
de prueba y de tinieblas, desde nuestro fondo surge la
adhesión plena, no en gestos exteriores, sino en abandono
sin ficción.

99. Volvamos, otra vez, al Profeta
Isaías: Tu Nombre, tu memoria es el
anhelo del alma (la aspiración). Deséate mi alma
durante la noche y mi espíritu te busca dentro de
mí (en mi seno, en mi corazón te busco)… (Is. 26,
8-9). Si no fueras Presencia no te buscara y yo no te hallara si
en mi corazón no nacieras.

100. Comprenderá, el lector, que los
términos empleados brillan todos por su insuficiencia. Es
necesario abrir el alma a las fuentes del
silencio y dejar toda pretensión de expresar lo
inexpresable. La contemplación "sin medios" sólo se
alcanza en el silencio y sólo el silencio calma el ansia
de amor en el corazón… Pero ¿qué es este
silencio? ¿Se trata, no más, de la acogida, de la
apertura admirativa que todo hace callar? Desde luego que si
agotáramos el silencio o se convirtiera en una suerte de
método o
de medio nos quedaríamos ayunos de todo y no
haríamos otra cosa que proseguir el duro camino
conceptual. Es decir: así nos quedamos a la puerta y nada
más. El silencio, tal como lo entendemos aquí, no
es un método, ni un estilo, ni una manera o modo…
Tampoco se trata de una vocación especial… El silencio
es la hondura, es donde las expresiones no llegan ni alcanzan. Es
de un más allá o siempre más aquí,
que todo lo trasciende y lo penetra desde el interior. El
silencio no precisa nada. Es la superación de cualquier
medio; el silencio es nuestra llegada, nuestro arribo,
aquí y ahora, sin esperar a mañana… El silencio
es más profundo que todo y todo lo pasa y sobre todo se
levanta. No lo interfieren los instrumentos ni las voces de este
mundo que, en realidad, no tiene voces sino aullidos.Pero el
silencio también es poesía.
Subrayo una y otra vez esta frase… El silencio es
poesía. Sí, poesía trascendente, que no se
encierra en nada ni en nadie, que sólo está
ahí, latiendo, viva, vibrante… ¿cómo
decirlo?

101. ¿Qué es eso de vacilar?
¿Por qué mirar hacia atrás o hacia los
lados? Es claro, luminoso, encendido, el acontecimiento inefable
que transforma y eleva. Y no digo Tú… No sé
cómo digo, pero ERES, eres, sí, PRESENCIA y nada
tengo ni soy fuera de Tí. Yo sé que ya no soy quien
por sí vive. No, nunca he vivido por mí. Yo
sé, en suma, que no soy yo quien vive. Que sólo
vives Tú en Ti…

102. Llevándote como te llevo,
llevándome como me llevas. ¿Qué otra
presencia resulta discernible? Pues nada y nada. Lo que suena, ya
suena lejos -¡tan lejos!- que no es. No hay
vacilación cuando me llevas de la mano en el andar sobre
el agua. Inmenso
es el precipicio; sin par, el vacío; terrible la oscuridad
de la noche más cerrada… Pero Tú me llevas muy
dentro, en tu Corazón.

 

oooooooooooooooooooooooooooooooooooo

Notas

(1) St. GRYGIEL Le Vicissitudini del
Desiderio umano,

(2) R. LEON, Cristo en los infiernos
en Obras Completas, Vol.II Madrid, 1956 p.886

(3) R. LEÓN, Alivio de
Caminantes
, Madrid 1918. pp.

 

 

 

 

 

Autor:

P. Alberto E. Justo O.P.

Partes: 1, 2
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